Antes de ayer casi ni había podido dormir por los ruidos de mis vecinos. Sin embargo anoche no me encontraba tan cansada como para conciliar rápidamente el sueño. Quizás se debía a que nuevamente mis otros vecinos también se les había ocurrido hacer una reunión.
Cuando me acosté tenía los pies y las manos muy frías. Generalmente cuando tengo los pies fríos me cuesta dormir, pues mi cerebro se encuentra trabajando en la forma de calentar mis pies.
Yo no suelo tener los pies fríos, pero estos cinco días sin sol en Buenos Aires, sumado a la práctica de sunganzing que estoy haciendo, de algún modo debe haber repercutido en mi físico.
La cuestión es que cuando logré calentar mis pies entré en un profundo sopor que hizo que no recordase la totalidad de mis sueños. Seguramente ese sueño denso se debería a mi cansancio físico.
Recuerdo esta parte de mi sueño.
Por algún motivo iba caminando por la calle con ropa interior y una robe de ducha blanca. De golpe esa calle se transforma en una especie de solarium donde toda la gente estaba tirada en el piso tomando sol (obviamente con traje de baño) y yo sin ningún tipo de pudor y sin preocuparme por lo que diga la gente me quito la robe y me dispongo a tomar sol en ropa interior, pensando para mis adentros "qué hay? yo tengo lo mismo que tienen los otros pero de otro material!" Así siento la tibieza del sol en mi cuerpo que me reconforta. Cuando el sol se va retirando nuevamente me pongo la robe y continúo caminando por la calle, cuando siento que me chistan y veo a un hombre de entre unos 55 y 60 años que en el sueño conozco, pero ahora no puedo recordar quién es y lo veo desaliñado y avejentado. Decido acercarme a hablar con él para no ser descortés y entablamos una conversación. Lo hago, para que no se sienta rechazado ni discriminado por su aspecto, pero la conversación se vuelve densa y subida de tono por parte del hombre, con lo cual decido huir de la situación tomando un taxi que pasaba por allí.
Así llego a una especie de pub, donde habían muchos muebles cuadrados y luces con esferas redondas, sillones adosados a las paredes y la barra del barman sobre una tarima larga. Estoy sentada en el sillón, esperando a alguien, pero no se quien es, cuando un hombre joven se acerca a hablarme invitándome un trago. Me parece agradable, pero cuando se acercan sus amigos, queriendo propasarse, huyo del pub y me subo a un micro. Arriba del micro estoy con una amiga (tampoco recuerdo quién), y le comento que fui una tonta de no haber sacado el dinero que se encontraba en el bolso que estaba guardado en el guardamaletas del micro.
Bajo del micro y llego a una peluquería, pero no está la chica que siempre me atiende. En su lugar está una mujer con una bata celeste, morena, regordeta y simpática. Acepto que me corte el cabello, me lo lava primero y me sienta en esas butacas de peluquería. Me dice "cortamos las puntas? Está muy seco". Le respondo "bueno, dale", dudando acerca del largo que quería que me corte. Veo parte de mi cabello caer al suelo, y la peluquera me dice "terminé, te quedó muy bien. Ahora tu cabello crecerá más fuerte". Recuerdo ver en el reflejo del espejo mi cabello desde atrás. Había mantenido el estilo del corte. Luego me desperté
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